Me contaron su plan. Era un trekking que empezaba en Sorata y nos llevaba a conocer la Laguna Chilata y la Laguna Glaicar, a unos 4.000 y 5.000 metros respectivamente. No disponía de tienda de campaña (carpa), ni neopreno (colchón), pero pude alquilarlo por unos 4 euros. El resto lo habían pagado ellos y teníamos que dividir (unos 40 euros cada uno. Equipo, comida, transporte y guía-cocinero - aquí es normal así).
Salimos al día siguiente (viernes 09 de abril) por la mañana. Nuestro guía Félix Chino nos llevó cerca de su casa donde recogimos las dos mulas que cargarían con parte de la carga. ¡Sí! mulas, jeje. Cada una puede con unos 25 kilos y caminan hasta 17 días sin rechistar, o al menos eso nos explicó el guía.

Casi no dormí ¡¡y por fin amaneció!!. Desayuné aún con frío y tras terminar comenzamos la subida. Cada vez costaba más respirar, no olvidemos que estábamos a más de 4.000 metros y venía lo más duro. El tiempo acompañaba y las mulas en el campamento.
Me siento orgulloso, pues fue durillo (Father, aquellas mañanas en el Médano haciendo ejercicio y aprendiendo la importancia de la respiración sirvieron de mucho).
Llegamos por fin a la Laguna Glaciar. Por el camino vimos a los increibles cóndores. A más de cinco mil metros ahí estaban, sin mover las alas, sólo aprovechando las corrientes de aire. De vez en cuando ¡¡Boom!!, no lo sabía, ¿qué es eso? Parece que hay minas de estaño en la zona y las voladuras se podían oir de cuando en cuando. De hecho entramos en una pequeña y vimos las marcas del mineral que extraen.
Todos eperábamos más de aquella laguna, pero las vistas desde ahí arriba era imponentes. Incluso se veía el lago Titicaca. Volando sólo tardaríamos 15 minutos y en "movilidad" casi 5 horas, increible.
¡¡Y cómo no!! voy a llegar ahí y no me voy a bañar, ¡sí! seguro. En la otra no se permitía, pero aquí no había problema. Supongo que porque saben que pocos son tan tontos, jeje. Pues aquí tiene uno y dos más de Isreal, jajaja. ¡Fuera ropa! y a dentro. ¡¡Shhh! no olvidemos que el tito Pablo ya vivió en Finlandia y sabe lo que es un mar helado, ¡eh! respetito, jajaja. Luego bocatita de atún....joder, qué bien entró.
Tocaba bajada y noche más en el campamento y aunque no soy un loco forofo, esa noche jubaga el Real Madrid vs. Barcelona (¡Qué pena no verlo! es un pequeño punto de unión también. Ahora con el mundial. Ese si que apetece). Esta vez cenamos antes, no queríamos que nos pillara la fría noche. Decidí mudarme y comparir tienda, ya saben, por eso del calor humano, pero sin mariconadas, jajaja. Esta vez me abrigué algo más, lo que pude, pero de nuevo noche terrible. Nunca más, lo juro. La próxima con saco de oca, como si la meto viva conmigo, jajaja.
La bajada fue camino nuevo, como la subida fue nublada, todo lo que vimos era por primera vez. Llegamos a Sorata pronto y tras el esfuerzo merecía la pena un buen descanso. ¿Qué tal Altai Oasis? Un lugar en medio del bosque, junto al río, con piscina, hamacas, restaurante estupendo y muchas otras comodidades (5 euros la noche), ¡¡Recomendado!!
Ya era lunes y mis compañeros de viaje planeaban ir a La Paz y de ahí a Copacabana (Lago Titicaca). Preferí aprovechar y me hice una rutita. Primero el mirador de Laripata y luego la "Gruta de San Pedro", todo en la zona. Era fácil, en total unas 4 ó 5, pero ¿qué pasa cuando te da por imporvisar y buscar un camino que te comentan sobre la marcha? Aquí en Bolivia es peligroso, porque se explican un poquito mal la verdad.
Acabé pateando por las lomas de todas las montañas, casi perdido, pero convencido de que no había pérdida: "Sí, esto es aventura Pablo - me decía. Ya, pero como me caiga aquí, no me encuentra ni el Tato. Qué estás en Bolivia en medio de la montaña y nadie lo sabe". Ale, campo a través llegamos a un camino y de ahí por fin a la Gruta. Comí y bebí algo en un pequeño puesto en medio de la nada, donde la joven Emma, la tendera, me ofreció un taxi para volver si me interesaba. Dije que no, pero tras comer y ser consciente de mi cansancio le dije que por favor le hiciera esperar a mi salida de la cueva.
Entré en la gruta (1,5 euros), estaba sólo y según el libro de visitas, el único español desde hace tiempo. Esta cueva tiene una laguna de hasta 400 metros de profundidad y se desconoce su longitud. Habitan muerciélagos que puedes ver y oir con facilidad.
Tras un rato dentro, curioseando con tranquilidad, salí para volver a mi hostal y descansar. Allí me esperaba el taxi. El conductor, de 21 años, estaba tomando una cervecita, así que a pesar de lo lógico, le dije que se lo tomara con calma, no había prisa y ya iba a contralar yo cuanto bebía. Finalmente acabaron él (Iván) y Edgar invitándome a unas rondas y charlando de la vida. A ellos le sorprende el precio de la vida en España y casi todas las preguntas iban por ese camino. No me extraña, es que esto es muy barato.
Por fin toca descansar. Ducha, cena, cama y nuevo destino. Amigos, nos vemos en el Lago Titicaca.