domingo, 19 de septiembre de 2010

EL SALVADOR Y GUATEMALA: El Tunco, Antigua, Atitlán, Lanquin y Tikal

Tras Nicaragua, la siguiente historia comienza en El Salvador a comienzos de agosto. Laurent, mi compañero de viaje en Corn Island me había hablado bien de El Tunco, un lugar tranquilo en un país que tiene fama de ser peligroso. Según llegué a Managua, capital de Nicaragua, compré un billete de bus y me propuse ir a este pequeño pueblo en la costa pacífica que presume de buen surf.

Por el camino hicimos la clásicas paradas. Aduanas y narcóticos con perro incluido. Lo meten hasta en el maletero del bus y ahí que huela todas las maletas. Nunca te la juegues, no merece la pena.


 Al llegar a El Tunco me encontré con mi amigo Jordi. A él lo conocí en Corn Island, aunque estuvo menos tiempo que yo. Me dijo que tal vez fuera a este pueblo y dicho y hecho, allí estaba y en seguida me presentó gente que había conocido en el hostal. Me encontraba algo mal, un poco griposo, pero la oportunidad de salir de fiesta con gente nacional no quería rechazarla, así que dejamos la enfermedad a un lado y confiamos en que el alcohol matara las malas bacterias. Esa noche cené Pupusas, un plato típico de El Salvador. Son una especie de arepas rellenas (carne, pollo, firjoles, etc.). Muy ricas y baratas.


Fue una noche genial, la gente de El Salvador es muy sociable y abierta. Además eran días de fiesta para ellos, así que el ambiente era total. El Tunco es un lugar a sólo 45 minutos de la capital San Salvador, por lo que mucha gente se acerca los fines de semana para disfrutar de la playa. Aquí el turismo extranjero no es tan común como en otros lugares. Supongo que se debe a la mala fama del país. Sí se veían algunos americanos especialmente y poco más. Lo que abundaba era el turismo nacional, algo a lo que no estoy acostumbrado.

El pueblo es pequeño, acogedor, agradable, tranquilo y con unas playas algo rocosas para mi gusto. Pero con buenas olas que es lo que muchos buscan aquí.


Pasé sólo cinco días ahí. Tampoco había mucho más que hacer. Practiqué surf, salí de fiesta y descansé en un agradable hostal con piscina incluida. Tenía la oportunidad de moverme por el país, pero tras varios comentarios sobre la inseguridad, mejor me la juego cruzando la calle en Madrid. Es una pena no poder conocer mejor algunos países por este tipo de cuestiones. Aunque hay que decir que a veces es más la mala publicidad de los medios que la realidad en sí. No se, en estos caso me imagino a Antena 3 y su estupendo telediario sensacionalista que siempre exagera. Llevo bastante camino hecho y todavía no he sufrido ningún percanse, ni un simple hurto (una linterna y un mechero si eso se puede contar). No es verdad todo lo que se oye.
Conocí bastantes salvaroteños para tal corto periodo, una gente estupenda. No los de la foto, que estos eran unos niños jugando en la desembocadura de un río en la misma playa, jajaja. 


Por último no quería dejar de comentar otro plato típico que me llamó mucho la atención, sobre todo cuando ves como lo "preparan": la manta raya. En el puerto era fácil observar como las limpiaban.


Bueno, tocaba continuar. Miramos hacia arriba y nos topamos con Guatemala. Esta vez tenía claro a donde, a La Antigua, otro bonito pueblo al sur del país conocido por su arquitectura colonial y sus famosos volcanes activos donde es fácil ver lava y casi "tocarla".

Cogí mi camión y conduje hasta el lugar, jajaja.


En la frontera encontré varios de estos monstruos y no pude resistirme a preguntar y verlo por dentro. Una amplia cama y ninguna foto de mujer desnuda ¡¡qué desilusión!! jajaja.

La ida la hicimos en transporte privado (transfer, como aquí le dicen), casi costaba lo mismo, era más seguro y nos evitábamos problemas. Las intensas lluvias causan serios desperfectos y la última tormenta (Agatha) provocó la caída de un pequeño puente que era uno de los punto de unión de El Salvador con Guatemala.

Pequeño como dije...
El camino fue duro, pues además esta vez la gripe que creí curar con ron cola (Flor de Caña 4 años) surgió con más fuerza. Llegamos de madrugada a una casa de una señora. Seguía con Jordi. Nos preparó una sopa y ensalada y a la cama. Era como una casa de huéspedes donde solían quedarse alumnos y cooperantes de la universidad.

A la mañana estaba en forma. Tocaba explorar y cambiar de hostal, quería uno más céntrico. Por la calle encontré a mi amiga irlandesa, parte del equipo que estuvo en Ometepe, Nicaragua. Ella me recomendó un buen lugar (Hostal El Caminante), nuevo y sin gente. Esta vez era lo que quería, nada de hostales llenos. Una habitación de ocho camas sólo para mí y un cálido salón con televisión por cable y DVD para ver películas. Me venía bien, así me recuperaba mejor del resfriado y puesto que en La Antigua el grifo lo abren a las 14.00 hrs. y muy puntual, poco se puede hacer si no te quieres mojar. Dura sólo unas horas y luego se calma, así se puede disfrutar de la noche. La temnperatura es muy constante y de hecho parece que la llaman la ciudad de la enterna primavera.

Ya la segunda noche me invitaron a salir dos chicos de El Salvador y Costa Rica, pero no quería más fiesta. Ellos estaban de vacaciones y sobre las 18.00 hrs. ya habían empezado a darle al ron blanco con una botella de 2 litros (+ regalo de una bolsa)... En este punto hay que comentar un importante detalle en cuanto a la vida nocturna que yo no sabía y pronto descubriría. Existe "ley seca" que prohibe la venta de alcohol tanto en comercios como bares y discotecas a partir de la 1.00 AM. Esto a mi parecer y según pude ver, sólo hace que la gente beba más temprano y tal vez más compulsivamente, no todos claro. Tras dicha hora muchos se marcharán a un after party en casa de alguien para poder seguir bebiendo.  


La Antigua se parece mucho a La Laguna, una ciudad (también Patrimonio de la Humanidad) de Tenerife. Es muy turístico, lleno de tiendas, restaurantes y gente paseando. A partir de las 18.00 hrs. cuando anochecía se calmaba mucho y se convertía en un pueblo fantasma con algunas almas perdidas, pero siempre se oía música en algún bar.

Gracias a Edu, un amigo de Madrid, pronto tuve la suerte de conocer a Gloria, una chica de Guatemala city que me enseñó lo mejor de La Antigua y la capital, incluída la comida. ¡¡Gracias por la enorme hospitalidad!!


 La comida aquí estuvo genial. Se podía ver y elegir que comer. Una carne y dos guisos o algo así por un precio cerrado creo.
 


Casi desde cualquier punto se podían ver los volcanes que rodeaban la ciudad. Un vista que siempre enganchaba.

En el mercado artesanal se podían ver todo tipo de arte local vincluado a viejas tradiciones y costumbres.



 No tenía claro que comprar, así que pregunté a un local que pareció ingnorarme o no querer enterderme...






Una vez más no hubo suerte con los volcanes. No era posible ver lava en el Pacaya pues no había habido ninguna erupción reciente. Al parecer el mes anterior hubo más intensidad pudiendo observarse grandes coladas de lava. Tendré que volver porque yo quiero ver eso alguna vez.

Mi siguiente parada era el Lago Atitlán, sonaba a nombre de película épica. Había oído bastante ese nombre y los pueblos de San Marcos y San Pedro. No tenía ni idea de lo que allí había más que un gran lago, pero así me gustaba, llegar y descubrir.

Busqué el transporte más económico y me subí con la mochila como siempre.

A la llegada esta fue mi primera vista, un extenso lago, lluvia y más volcanes. Pregunté por los barcos para San Pedro y cogí el primero que salió, no sin antes comer un típco menú "centroamericano" de pollo, arroz y frijoles. Más te vale que te guste si viajas por América del Sur.


San Pedro es un lugar que parece pequeño, pero sus sinuosos caminos que hacen que uno se siente en un laberinto desembocan en anchas calles donde encontramos más viviendas y comercios. Es popular por algunas actividades en el lago tipo kayak, algo de trekking a volcanes y cierta vida tranquila.

El transporte más común es el Tuc tuc, esas clásicas motos tan comunes en Asia con su techito y asientos tapizados para todos los gustos. Diseñadores del mundo, pongan el ojo aquí, hay mucho material en estas motocicletas.


Al llegar me fui al hostal recomendado, esta vez una mierda que no me gustó mucho, pero que al menos era barato. Estaba cansado y me fui a la cama...Tras 13 horas me desperté. Sí, raro, en mi vida habia dormido tanto. No se, algo me había picado en El Salvador y tal vez todavía no estaba recuperado de mi resfriado.
Me levanté descansado y en seguida desayuné para prepararme para la excursión del día, subir a la nariz del indio, el típico trekking que hacen todos los que van allí. Cogí el Tuc tuc y me dejó en la base de la montaña. Es una subida de 1 hora o así, pero tras 20 minutos paré y di media vuelta, el excesivo sudor y asfixia y la falta de fuerzas me impidió seguir. Tuve que echarme en un mirador y descansar. Algo no iba bien, nunca había estado tan cansado y menos tras una simple caminata de 20 minutos cuando he hecho andaduras de días en montañas de más de 4.000 metros. Volví al pueblo, di un paseo y decidí irme a San Marcos, otro lugar a 30 minutos en barco más o menos.Ya me encontraba mejor, pero me sentía débil.

San Marcos es aún más pequeño, oculto bajo árboles lo cual le da mucha oscuridad en días nublados y conocido por ser un lugar para la vida sana: yoga, relajación, reiki, meditación, comida vegetariana y naturaleza. Era el momento para adentrarme en alguna de estas artes que tanto me llamaban la atención. 


Según llegué, buscando hospedaje conocí a una chica franco-argentina. Coincidimos en el mismo lugar y me enseñó algunas de las cosas para hacer. Ella se marchaba al mismo destino que yo tenía pensado así que dijimos de continuar parte juntos. Ella se fue al día siguiente, pero yo quería descubrir algo mejor aquel lugar encantador, sin embargo de nuevo caí medio enfermo, no había manera de librarme. Decidí pasar una noche más y avanzar. Por muy beo que fuese lugar se me habían quitado las ganas depermanecer. Tal vez porque estuviera solo y no me apeteciera, tal vez porque me sentía aburrido y sin mucho que hacer, no se y tampoco me importaba. Pero si mi cuerpo-mente me pedían algo yo obedecía. Además, estaba a mediados de agosto y aunque no quería acelerarme iba con algo de prisa para poder seguir conociendo todo aquello que quería.
5.00 AM de pié, a las 6.00 salía el transfer, me voy a Lanquín y Semuc Champey. Está más al norte en una zona selvática y más cálida. A estas alturas ya tengo claro lo poco que me gusta el frío.

El camino fue bastante alegre, estaba motivado y contento. Una buena vista de despedida de Atitlán y unas riquísimas fresas para recuperar energía.

La llegada fue bastante tarde, llovía, no había mucha luz por tratarse de un pueblo muy pequeño y el hostal estaba full. Por suerte tenía una reserva que mi amiga había hecho por mí, ahora seguiríamos viajando juntos por un tiempo. Se trataba de un dormitorio para cuatro personas con dos literas a modo de cabãna. Todo el hostal era así. Estaba junto al río donde uno podía tomar el sol y bañarse para resfrescarse el calor tropical.


A la mañana siguiente el primer plan era ir a un lugar muy cercano llamado Semuc Champey. Contratamos un tour a través del hostal para ir a ver las cuevas, hacer algo de tubbing (tirarse a un río y dejarse llevar por la corriente con flotadores) y ver unas de las candidatas a nueva maravilla natural del mundo. Se trata de varias piscinas naturales de agua cristalina. Un lugar impresionante, bello y digno de visitar. Las fotos hablan por si mismas.


La vuelta al hostel, de nuevo en un camión al estilo carga rebaño con todos subidos atrás sin seguridad alguna y por un camino lleno de baches, se hizo más larga, especialmente por la lluvia que nos cayó encima durante más de 20 minutos. Mi único miedo era la cámara de fotos y ponerme malo de nuevo, pues acababa de salir de mi resfriado.

Así llegué...


No lo había comentado, pero aquello que me había picado seguía bien pegado a mi barriguita. Varias ronchas decoraban mi cuerpo y lo peor no era eso, sino lo que picaban con el sudor que aquel lugar provocaba. A veces me despertaba por la noche cual perro pulgoso, insoportable. Sí, que se la va a hacer. Hubo que tomar medidas y me acerqué al centro médico donde no me cobraron nada por 3 pinchazos de Dexametasona si no recuerdo mal. Mucho hablamos de la Seguridad Social y aquí hay varios lugares donde atienden sin cobrar al extranjero.


Pero antes a la farmacia a comprar las ampollas. Una vieja casa con la clásica gallina paseando por el patio. Si no no sería típica de pueblo.




La alegre enfermera de turno me hizo bajarme los pantalones y lo demás se lo imaginan... y dolió. Por lo visto para ese medicamento la aguja es grande y durante un ratín me meaba de risa del dolor. Ya se, raro de explicar.


El tiempo de hacer el Tarzán en la selva se había terminado. Estaba un poco harto de ese calor extremo que hacía que uno estuviera sudado permanentemente. Ya no sabía si me gustaba el frío o el calor.

The next destination is Tikal, bastante cerca de México y adentrándonos en tierras Mayas. Nos quedamos en una pequeñita isla llamada Flores, que estaba rodeada por un lago. Éste regulaba la temperatura en la zona dejando una agradable sensación primaveral. Estábamos en un apacible punto donde parecía que el tiempo no pasaba. Casas coloridas y pequeñas, muchos restaurantes decorados con estilo y gente paseando disfrutando de la simple atmósfera que se respiraba a la orilla del agua. Había calma total.

Isla de Flores en Guatemala (foto de Google)





Las ruinas de Tikal son al parecer una de las más importantes de la cultura Maya o al menos eso entendí yo. Son varias pirámides perdidas en medio de la selva y hay que caminar hasta 20 minutos entre una y otra. Dejan subir a la gran mayoría con lo que se puede ver la inmesidad de la selva en la que se encuentran situadas.



No pensé que me gustara tanto. No sólo es el hecho de admirar la belleza y grandiosidad de las pirámides, sino el paseo obligado que hay que hacer para ir de una a otra bajo esa densa vegetación a lo largo del cual se escuchan con frencuencia los fuertes gritos de los mono aulladores. 

Este era ya mi último punto en Guatemala. Ahora venía México, el último país en Centro América. Ya sentía como parte de mi viaje se cerraba. Todavían quedaban muchos destinos en mente antes de regresar a España, pero pisar México me hacía ilusión y definitivamente ponía fin a una etapa del viaje.

1 comentario:

  1. Fantástico!!!!!!!Ha valido la pena la espera.

    Un saludo,
    AnaBea

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