Historia de Cartagena
La primera impresión no fue buena. El centro histórico está algo sucio y se ve bastante pobreza y gente sin techo donde dormir. Por las mañanas un mercado diario se monta en la calle donde venden de todo: ropa, fruta, verdura, etc. En mi caso siempre acabo fascinado por las frutas tropicales. Uno no se cansa de comerlas.
El viaje no tuvo incidentes, sólo un cristal quebrado por una piedra que lanzaron contra el conductor. No es que pase siempre, pero tampoco es la primera vez. Una vez más pasamos varias horas en bus, unas trece, con muchas películas dobladas en sudamericano. Se me hace raro y casi prefiero escucharlas en inglés que así. Ya tengo muy metido el doblaje español y el de aquí no es de tanta calidad, parece un poco de coña a veces...Creo que no querría ver Rambo, jajaja.

Nos quedaba mucho por ver y ya estábamos pensando en cambiar de lugar. No se, tendré que darle una segunda oportunidad, pues no es justo opinar sin conocer bien. Es que buscábamos playa y queríamos las de película, las de palmeras, arena blanca y mar azul turquesa...
Nos hablaron de Playa Blanca, un lugar en la isla Baru no muy lejos de ahí. Reservamos barco por unos 25.000 pesos cada uno i/v, 10 euros aproximadamente y salimos al día siguiente. Primero paramos en un acuario en otra isla, junto a la isla del Tesoro, donde todavía hoy buscan en un hundido galeón español el oro que probablemente transportaba. Mientras la gente visitaba el acuario nosotros decidimos hacer algo de snorkeling en la zona. Alquilamos una barca y gafas y un pescador nos llevó hasta unos arrecifes. Muy bonito estar en el Caribe rodeado de islas donde las más pequeñas tienen casa que practicamente ocupan todo el terreno. Casi parecen que se van a caer.
Una hora después estábamos llegando a la orilla de la playa. ¡¡Ahora sí!! arena blanca, hermosos cocoteros, agua cristalina y restos de corales en toda la costa. Una multitud de nativos nos estaban esperando para ofrecernos sus productos: collares, pulseras, artesanía en general y sus servicios, masajes, trenzas, etc. Una joven mulata se me acercó y de modo seductor me dijo: "Chico, el masaje te lo hago yo, ¡eh!" Qué bien lo hacen, saben como convencer y por supuesto a quien dirigirse, ¡¡a los hombres!!, jajaja. Como soy un tipo duro y no caigo en esas cosas le dije que no. Es que primero tenía que comer, así que ya luego le dije que sí, jajajaja. Lo normal son unos 20.000 pesos, pero negociando un poco y sin pasarse de listo, pues es una de sus únicas fuentes de ingreso, lo dejamos en la mitad, unos 4 euros creo. El gobierno se encarga de financiar la formación de mucha de la gente local. En el mismo Cartagena les enseñan a dar masajes y hacer artesanía con las que ganarse la vida en la isla. A parte de la pesca que es otro importante sustento.
Comimos pescadito con plátano frito (patacón), y arroz con agua de coco. Y tras terminar y disfrutar de mi relajante y merecido masaje, fuimos en busca de hospedaje. Nos habían hablado de una cabaña que alquilaba hamacas. Casi todas los hacen. Frente al mar, en la misma playa varias cabañas ofrecen comida, hamacas, tiendas para acampar y mini habitaciones. Optamos por la opción económica y original, hamacas CON MOSQUITERAS, pues aquí los mosquitos tienen colmillos, pico y pala. 7.000 pesos la noche, unos 2,50 euros.

Al anocher preparamos la cena, algo de pasta con Ketchup, sí lo se, pero no había tomate frito y a veces hay que hacer sacrificios. Y cuando hay hambre todo entra. Se había hecho tarde y no había nadie despierto. Jugaba al ajedrez con Alex mientras Eyal dormía en una incómoda silla de plástico por no levantarse e ir a la hamaca. De repente una sombra a mi espalda me asustó, dos uniformes de militar y dos fusiles Galil sobre sus hombros me pregutaban por el dueño: "Está durmiendo, sólo estamos nosotros" Pronto se inició una conversación y se sentaron con nosotros los muy jóvenes soldados mientras descansaban de la vigilancia. Estaban destinados en la isla sólo para guardar la casa de un influyente y rico empresario que tenía una casa en la isla. Les quedaban 3 meses más y ya terminaban ahí y podrían volver a sus ciudades. Estaban entusiasmados hablando con nosotros e incluso quisieron enseñarnos sus armas y como desmontarlas. Quise sacarles una foto, pero obviamente se negaron por estar de uniforme y las posibles consecuencias.
Tras la exótica isla de Barú volvimos a Cartagena para proseguir hacia el norte. Taganga, un pequeño pueblo pesquero perteneciente a Santa Marta era la opción más clara. El viaje fue corto esta vez, unas 4 horas. Salimos la víspera de las elecciones por lo que los controles en carretera eran muchos y fuertes. Militares uniformados nos pararon y registraron más de una vez e incluso perros que revisaban el bus en busca de explosivos. Pensaba quedarme poco tiempo, pero de algún modo, este lugar que inicialmente no me gustaba me ha atrapado. Muy tranquilo, con buena fiesta, playas, gente amable y rico pescado, Taganga es un agradable lugar para desconectar. Cerca está el parque Tayrona, varias playas bien conservadas junto a una zona selvática llena de cocoteros, monos aulladores, tucanes y otros animales que obviamente no vimos. Nunca es fácil.
Pasamos dos noches en parque Tayrona, en playa San Juan. Estamos en época humeda supongo, pues cada día a la tarde y noche caían unas tomentas de película. Rayos, truenos, relámpagos y gotas claro. Además añadamos el fulminante ataque de mosquitos zancudos que hacen de la noche una delicia. Esta vez no teníamos mosquitera, así que entre el agua que algo me llegaba y los bichos, digamos que no dormí demasiado. No pasa nada, tenía todo el día siguiente para invertirlo descansando ¿no? jejeje.
Mi mayor vicio allí fue dedicarme a recoger cocos para luego abrirlos. Beberme su jugo y comerme el sabroso y fresco fruto. No había momento que no estuviera con dos cocos a mi alrededor, de comer digo, o sea de fruta...jajaja. Pronto aprendí a abrirlos al mejor estilo Tom Hanks en "Naufrago", incluso mejor que él. Es que no saben lo dificil que es abrir un coco. A veces el coco rompía la piedra con que intentaba abrirlo.
Si bien la ida la hicimos en taxi y caminando, decidimos hacer la vuelta en bote. Tarda menos y te recoje en la misma orilla. Ya al llegar a Taganga de nuevo y según me bajaba del bote, oí mi nombre desde el mar. Era Ioné, mi amigo de Gran Canaria que ya había llegado al pueblo from Bogotá. Me llamaba desde un barco al que me invitó a ir. No había mucho que pensar más el hecho de si sería mucha cara dura, pero con lo simpática que es aquí la gente no debía preocuparme demasiado. Dejé mis cosas en la orilla con otra gente que conocíamos y nadé hasta el barco. Le llegada fue una cálida bienvenida y una gélida cerveza. Allí estabamos Ioné, Billy, un americano muy chévere como dicen aquí y la pareja anfitriona junto a su hija y varias de sus amigas. Poco después allí estábamos, comiendo morcilla, arepas y chorizo, tomandos unas cervezas y bailando salsa con todos ellos. ¿Se puede pedir más?
La gente me pregunta muchas veces que cómo se conoce gente, pues al viajar sólo es tal vez lo que más preocupe. Pero gente, es lo más fácil. Situaciones parecidas a las de arriba se repiten de forma más frecuente de lo que parece. Ahora mismo estoy con Ioné y Eyal, y Alex se ha vuelto a Israel. Así mismo recientemente se fueron nuestras amigas australianas Hollie y Melissa; Billy el americano tambié partió; o una salida con Carlos el madrileño; conversaciones con algunos artesanos que pasan por aquí, alguna fiesta con otra gente del país o Sarah y Kamille, unas danesas que conocimos en Tayrona y cuyas caras nos sonaban de Machu Pichu y que ahora tal vez se animen a hacer con nosotros el trekking a la Ciudad Perdida, 5 días en la selva, atravesado ríos y sufriendo el sofocante y húmedo calor de la zona. Conocer gente es algo que ocurre sin esfuerzo.
Colombia atrapa y creo que todavía pasaré aquí varios días subiendo hacia la península de la Guajira, muy cerca de Venezuela. Luego iría a Panamá o quien sabe, profundizar más en otras zonas de este país.
¡Ah! Esta última foto es comiendo hormigas culonas. Son grandes y se hacen fritas. Sabe bien excepto por la idea de saber lo que es.
Este relato compensa, algunas cositas que te faltaron en el relato anterior. No lo digo por los detalles. Sino por la forma de narrar las vivencias. Me ha encantado y casi me he visto a mi misma en esas playas y comiendome esas ricas comidas, exceptuando la pasta con ketchup....jajajajajaja.
ResponderEliminarUn saludo desde tu tierra!!!!!
Bueno, viendo esas hormigas culonas ya podrás traernos para comer en Navidades..ummmmm!! estaban ricas? Menudas playas....ahora si que empienza la buena vida, no! Me gustó eso de dormir en la playa en hamcas. Aunque sean unos pobres desgraciados están viviendo como reyes! como no....decir nuevamente.....que das envidia! un besito
ResponderEliminar...SI LO QUE QUERES ES DAR ENVIDIA...TE SALE DE MARAVILLAS!!!
ResponderEliminar...NO SE QUE ES PEOR SI LAS FOTOS O LOS COMENTARIOS....JAJAJAJA SEGUI ASI...BESOSSSSS
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar