martes, 22 de junio de 2010

COLOMBIA - Atrapado en Cartagena

Tocaba finalizar con la etapa en Colombia. Acababa de ser la segunda vuelta de las elecciones que resultaron favorables para el candidato Juan Manuel Santos. Me llamó la atención una cosa en especial, “la ley seca” que prima el fin de semana de votación, donde está prohibida la venta de alcohol en todos los locales. No imagino la pérdida que eso puede ocasionar en bares y pubs en plena temporada alta.


Decía adiós a un país que atrapa, que casi engancha desde que pones el primer pié. No lo he conocido como se merece, pues como ya saben tiré muy rápido hacia el norte: Medellín, Cartagena, Taganga, Taganga, Taganga, Rodadero y Cartagena de nuevo. Hoy miré mi pasaporte y me di cuenta que llevo más de un mes aquí, de las cuales dos semanas fueron en Taganga, lugar en el cual nada más llegar dije que saldría al día siguiente.

                                             Playa de Bocagrande

                                                                      Ciudad de Cartagena de Indias
Tras esto, volví a Cartagena. Mi segunda visita a esta ciudad fue algo más completa. Esta vez visité mucho más y me di cuenta de que esta ciudad vale más la pena de lo que pensaba. La ciudad amurallada y el Castillo de San Felipe son lugares fascinantes y de visita obligada. También Bocagrande con sus playas, bares y hoteles merecen un paseo, si bien las playas no son lo que uno espera del Caribe. Por supuesto no pudo faltar repetir playa blanca en Isla Barú y disfrutar de un paraíso que aun siendo bien explotado, conserva el encanto propio de una playa casi virgen. Hay muchas islas alrededor que venden paquetes para pasar el día o estancias en lujosos hoteles. Desgraciadamente no hay otra manera de ir que no sea por agencia y a un precio elevado, lo cual en mi caso supone descarte total. Cuando sea rico. Total, no me queda mucho, jajaja.

                                                                                          Ciudad amurallada

Aquí la comida típica en casi toda Colombia es la bandeja paisa (de Medellín): con frijoles, carne, patacón (plátano verde frito, riquísimo) y arroz. Y la versión de aquí era con pescado, aunque también se ofrecía con carne y/o pollo. Lo llaman comida corriente en muchos casos. El precio en un restaurante de menú típico ronda los 5.000 y 7.000 pesos (unos 2 a 3 euros) e incluye sopa y bebida en algunos casos. La sopa la conocen como sancocho, muy rica también y de beber bien puede ser un jugo de fruta (algo aguado para abaratar) o agua de panela (azúcar de caña).


                                                                                  Playa Blanca - Isla Barú

El transporte en la ciudad es en el coche de San Fernando, un poquito a pié y otro caminando, jajaja. Pero coger un taxi o moto-taxi no es muy caro tampoco. Sobre todo cuando el precio se negocia antes de cogerlo, nunca con taximetro:

Yo: ¿Cuánto hasta el centro?
Taxista: 10 (diez mil, claro)
Yo: No parcero, lo dejamos en 7
Taxista: 8, para el beneficio. Y la propina voluntaria.
Yo: Si hombre, sí, vamos…

Cabe destacar que aquí no hay que parar a los taxis, más bien te paran ellos. Están TODO el día tocando el claxon cada vez que te ven esperando o caminando para ver si precisas de sus servicios. Soy paciente, pero a veces acabo de los nervios: ¡¡Qué no - quiero - un - taxiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!! Ya si lo quiero lo pido, coñ.....

                                                                                                         Fortaleza de San Felipe

Y con el precio, igual para todo, siempre se puede negociar: jugos, comidas, ropa, etc. No hay nada que no puedas bajar de precio (menos en comercios serios). No es como en Marruecos donde casi más es una pelea. No nos dejemos engañar. No se trata de explotar a quien vende y vive de eso. Me gusta usar el sentido común y ayudar a quien puedo, pero ellos cuando saben que eres turista siempre suben los precios y eso hay que compensarlo. Todos no son así, por eso hay que ser justos. Menos mal que no soy rubio y blanco leche y que hablo español (con acento raro, pues me ponen más en Argentina o Chile que en España), porque de lo contrario sería más la subida de precios.

Tras mucho pensar, por fin compré mi billete de avión a Panamá. Me planteé opciones como el bus y el barco. El barco-yate es una alternativa muy atractiva que se practica mucho. Tiene un coste desde 300 US$ a 500 US$ y suele durar de 3 a 5 días con todo incluido y parando en pequeñas y paradisíacas islas: buceo, pesca, etc. Ya saben, la dura vida de marinero. ¿Y por qué opté por el avión? Pues tan sencillo como la economía. Ir en avión es más barato y si quiero seguir viajando es mejor controlar y hacer ciertos sacrificios. Ya tendré tiempo para otros caprichos espero.

Desgraciadamente la sorpresa llegó tras ir al aeropuerto, donde me indicaron que sin billete de vuelta o algún documento que demostrara mi salida del país o regreso al mío no me podían autorizar la entrada al avión. Esto fue por parte de la compañía Aires, quien al parecer lo indica en su interminable lista de condiciones antes de comprar el billete. Así pues, me vi en el aeropuerto con un billete que no podía usar a Panamá y un coste de cancelación de 50 US$. Discutir y frustrarme no sirvió de nada, como siempre. Pero sí, me quedé con la diferencia, en un bono por valor de 170 US$ y válido por un año. Cosa que bien sabemos no es un consuelo y en mi caso no tendrá utilidad. Intentaré vendérselo a alguien, ya que el traspaso si lo acepta la compañía. La otra opción es aprovecharlo y volar a Bogotá u otro destino dentro de Colombia, pero cuando te planteas cambiar de país, volver o quedarse suele ser difícil, parece un paso atrás y me cuesta aceptarlo.

Siempre pienso que cuando estas cosas ocurren es porque así debe ser. Esto me ayuda a aceptar mejor los cambios y/o contratiempos y verdaderamente creo en ello. Justo antes de partir pensaba si no debía ofrecerme a algún barco como tripulante, viajar gratis a cambio de mi trabajo para el patrón y clientes. Dicho esto y viendo que estaba de nuevo en Cartagena y sin saber que hacer, decidí acercarme al club náutico y al club de pesca y preguntar. De igual modo, hablé con mi hostal y pienso hacerlo con otro puerto que me quedó y algún hotel de nivel en busca de un yate de nivel, jeje. ¡Qué! El que no llora no mama. De momento no ha habido suerte y aunque soy muy positivo, siento que no la habrá.

Sólo me queda comprar un vuelo de vuelta a Panamá y no usarlo, así por lo menos me dejan entrar y ya luego sigo en bus; o bien ir por vía terrestre y en ese caso pararía por otros bonitos lugares del camino, tanto de Colombia como de Panamá. Desgraciadamente Aires no vuelo a ningún otro destino de Centro América, pero si a Aruba y Maracaibo. ¿Será ese el nuevo destino? Va a ser que no, es temporada alta y los vuelos están por las nubes, jeje (chiste fácil).

Sin ánimo de dar envidia como suele gustarme, esta vez lo haré como un puro sentimiento de expresión de sentimientos. Desde aquí y tal vez desde allí, estos inconvenientes se ven como problemas en el viaje y de hecho así lo es, pues son cambios en los planes. Peroaquí los cambios de planes son nuevas oportunidades. Ya no tengo prisa, ya no persigo dar la vuelta al mundo. Sí quiero, pero el hecho de no conseguirlo no es un fracaso y estoy seguro que todos estarán de acuerdo. Ahora viajo y disfruto, no planeo, me dejo llevar y me gusta hacerlo así.

Cuento esto porque me gusta compartir mi viaje, mi experiencia, pero también porque quiero despertar en muchos lo que en mi se despertó. Sólo se vive una vez y a veces nos olvidamos de eso. Las pegas para no hacerlo son excusas baratas que nos ponemos cada uno (salvo excepciones, lo se).



Dear Colombians: Espero no haberme equivocado en mis explicaciones. Pero, mis queridos amigos colombianos, se que sabrán perdonarme y por supuesto corregirme si lo desean. Así todos sabremos más y mejor sobre su lindo país.


sábado, 5 de junio de 2010

COLOMBIA - Cartagena y Santa Marta

La esperada llegada a Cartagena de Indias se hizo real. Me encontraba viajando con Alex y Eyal, mis amigos de Israel, cuyo viaje está a punto de concluir. Nos habían hablado muy bien de esa ciudad, que por lo visto fue uno de los principales puertos de América cuando la colonización. Es una ciudad bastante amurallada que trabataba de evitar los saqueos por parte de piratas en busca de las riquezas que la corona española extraía del continente.

Historia de Cartagena

La primera impresión no fue buena. El centro histórico está algo sucio y se ve bastante pobreza y gente sin techo donde dormir. Por las mañanas un mercado diario se monta en la calle donde venden de todo: ropa, fruta, verdura, etc. En mi caso siempre acabo fascinado por las frutas tropicales. Uno no se cansa de comerlas.

El viaje no tuvo incidentes, sólo un cristal quebrado por una piedra que lanzaron contra el conductor. No es que pase siempre, pero tampoco es la primera vez. Una vez más pasamos varias horas en bus, unas trece, con muchas películas dobladas en sudamericano. Se me hace raro y casi prefiero escucharlas en inglés que así. Ya tengo muy metido el doblaje español y el de aquí no es de tanta calidad, parece un poco de coña a veces...Creo que no querría ver Rambo, jajaja.

El primer día decidimos pasarlo en la playa de Bocagrande. Es la zona rica con altos edificios y hoteles frente al mar. Nos colocamos en una calita que nos gustó y pronto nos invitaron a jugar un partido de volley y luego fútbol. Se trataban de los animadores de un hotel de la zona que proporcionaban este servicio para los huéspedes y algunos muertos de hambre como nosotros, así que sin dudarlo nos apuntamos y lo pasamos genial durante unas horas. Luego un bañito en esa cálida agua y a comer.

Nos quedaba mucho por ver y ya estábamos pensando en cambiar de lugar. No se, tendré que darle una segunda oportunidad, pues no es justo opinar sin conocer bien. Es que buscábamos playa y queríamos las de película, las de palmeras, arena blanca y mar azul turquesa...

Nos hablaron de Playa Blanca, un lugar en la isla Baru no muy lejos de ahí. Reservamos barco por unos 25.000 pesos cada uno i/v, 10 euros aproximadamente y salimos al día siguiente. Primero paramos en un acuario en otra isla, junto a la isla del Tesoro, donde todavía hoy buscan en un hundido galeón español el oro que probablemente transportaba. Mientras la gente visitaba el acuario nosotros decidimos hacer algo de snorkeling en la zona. Alquilamos una barca y gafas y un pescador nos llevó hasta unos arrecifes. Muy bonito estar en el Caribe rodeado de islas donde las más pequeñas tienen casa que practicamente ocupan todo el terreno. Casi parecen que se van a caer.


Una hora después estábamos llegando a la orilla de la playa. ¡¡Ahora sí!! arena blanca, hermosos cocoteros, agua cristalina y restos de corales en toda la costa. Una multitud de nativos nos estaban esperando para ofrecernos sus productos: collares, pulseras, artesanía en general y sus servicios, masajes, trenzas, etc. Una joven mulata se me acercó y de modo seductor me dijo: "Chico, el masaje te lo hago yo, ¡eh!" Qué bien lo hacen, saben como convencer y por supuesto a quien dirigirse, ¡¡a los hombres!!, jajaja. Como soy un tipo duro y no caigo en esas cosas le dije que no. Es que primero tenía que comer, así que ya luego le dije que sí, jajajaja. Lo normal son unos 20.000 pesos, pero negociando un poco y sin pasarse de listo, pues es una de sus únicas fuentes de ingreso, lo dejamos en la mitad, unos 4 euros creo. El gobierno se encarga de financiar la formación de mucha de la gente local. En el mismo Cartagena les enseñan a dar masajes y hacer artesanía con las que ganarse la vida en la isla. A parte de la pesca que es otro importante sustento.



Comimos pescadito con plátano frito (patacón), y arroz con agua de coco. Y tras terminar y disfrutar de mi relajante y merecido masaje, fuimos en busca de hospedaje. Nos habían hablado de una cabaña que alquilaba hamacas. Casi todas los hacen. Frente al mar, en la misma playa varias cabañas ofrecen comida, hamacas, tiendas para acampar y mini habitaciones. Optamos por la opción económica y original, hamacas CON MOSQUITERAS, pues aquí los mosquitos tienen colmillos, pico y pala. 7.000 pesos la noche, unos 2,50 euros.

Disfrutamos de la tarde casi solos en la playa. Los barcos suelen ir por la mañana y vuelven a las 15.30 y es poca le gente que en esa época se queda, así que casi teníamos la isla par nosotros, porque incluso los lugareños viven en Santa Ana, un pueblo a dos horas a pié.

Al anocher preparamos la cena, algo de pasta con Ketchup, sí lo se, pero no había tomate frito y a veces hay que hacer sacrificios. Y cuando hay hambre todo entra. Se había hecho tarde y no había nadie despierto. Jugaba al ajedrez con Alex mientras Eyal dormía en una incómoda silla de plástico por no levantarse e ir a la hamaca. De repente una sombra a mi espalda me asustó, dos uniformes de militar y dos fusiles Galil sobre sus hombros me pregutaban por el dueño: "Está durmiendo, sólo estamos nosotros" Pronto se inició una conversación y se sentaron con nosotros los muy jóvenes soldados mientras descansaban de la vigilancia. Estaban destinados en la isla sólo para guardar la casa de un influyente y rico empresario que tenía una casa en la isla. Les quedaban 3 meses más y ya terminaban ahí y podrían volver a sus ciudades. Estaban entusiasmados hablando con nosotros e incluso quisieron enseñarnos sus armas y como desmontarlas. Quise sacarles una foto, pero obviamente se negaron por estar de uniforme y las posibles consecuencias.



Tras la exótica isla de Barú volvimos a Cartagena para proseguir hacia el norte. Taganga, un pequeño pueblo pesquero perteneciente a Santa Marta era la opción más clara. El viaje fue corto esta vez, unas 4 horas. Salimos la víspera de las elecciones por lo que los controles en carretera eran muchos y fuertes. Militares uniformados nos pararon y registraron más de una vez e incluso perros que revisaban el bus en busca de explosivos. Pensaba quedarme poco tiempo, pero de algún modo, este lugar que inicialmente no me gustaba me ha atrapado. Muy tranquilo, con buena fiesta, playas, gente amable y rico pescado, Taganga es un agradable lugar para desconectar. Cerca está el parque Tayrona, varias playas bien conservadas junto a una zona selvática llena de cocoteros, monos aulladores, tucanes y otros animales que obviamente no vimos. Nunca es fácil.


Pasamos dos noches en parque Tayrona, en playa San Juan. Estamos en época humeda supongo, pues cada día a la tarde y noche caían unas tomentas de película. Rayos, truenos, relámpagos y gotas claro. Además añadamos el fulminante ataque de mosquitos zancudos que hacen de la noche una delicia. Esta vez no teníamos mosquitera, así que entre el agua que algo me llegaba y los bichos, digamos que no dormí demasiado. No pasa nada, tenía todo el día siguiente para invertirlo descansando ¿no? jejeje.



Mi mayor vicio allí fue dedicarme a recoger cocos para luego abrirlos. Beberme su jugo y comerme el sabroso y fresco fruto. No había momento que no estuviera con dos cocos a mi alrededor, de comer digo, o sea de fruta...jajaja. Pronto aprendí a abrirlos al mejor estilo Tom Hanks en "Naufrago", incluso mejor que él. Es que no saben lo dificil que es abrir un coco. A veces el coco rompía la piedra con que intentaba abrirlo.


Si bien la ida la hicimos en taxi y caminando, decidimos hacer la vuelta en bote. Tarda menos y te recoje en la misma orilla. Ya al llegar a Taganga de nuevo y según me bajaba del bote, oí mi nombre desde el mar. Era Ioné, mi amigo de Gran Canaria que ya había llegado al pueblo from Bogotá. Me llamaba desde un barco al que me invitó a ir. No había mucho que pensar más el hecho de si sería mucha cara dura, pero con lo simpática que es aquí la gente no debía preocuparme demasiado. Dejé mis cosas en la orilla con otra gente que conocíamos y nadé hasta el barco. Le llegada fue una cálida bienvenida y una gélida cerveza. Allí estabamos Ioné, Billy, un americano muy chévere como dicen aquí y la pareja anfitriona junto a su hija y varias de sus amigas. Poco después allí estábamos, comiendo morcilla, arepas y chorizo, tomandos unas cervezas y bailando salsa con todos ellos. ¿Se puede pedir más?

La gente me pregunta muchas veces que cómo se conoce gente, pues al viajar sólo es tal vez lo que más preocupe. Pero gente, es lo más fácil. Situaciones parecidas a las de arriba se repiten de forma más frecuente de lo que parece. Ahora mismo estoy con Ioné y Eyal, y Alex se ha vuelto a Israel. Así mismo recientemente se fueron nuestras amigas australianas Hollie y Melissa; Billy el americano tambié partió; o una salida con Carlos el madrileño; conversaciones con algunos artesanos que pasan por aquí, alguna fiesta con otra gente del país o Sarah y Kamille, unas danesas que conocimos en Tayrona y cuyas caras nos sonaban de Machu Pichu y que ahora tal vez se animen a hacer con nosotros el trekking a la Ciudad Perdida, 5 días en la selva, atravesado ríos y sufriendo el sofocante y húmedo calor de la zona. Conocer gente es algo que ocurre sin esfuerzo.

Colombia atrapa y creo que todavía pasaré aquí varios días subiendo hacia la península de la Guajira, muy cerca de Venezuela. Luego iría a Panamá o quien sabe, profundizar más en otras zonas de este país.

¡Ah! Esta última foto es comiendo hormigas culonas. Son grandes y se hacen fritas. Sabe bien excepto por la idea de saber lo que es.