Mi último destino en Perú fue Máncora. Por lo visto hay una película de Elsa Pataky titulada así. No se por qué lo cuento, parace que así les puede interesr más. Ni que no fuera suficiente con yo estuviera, jajaja.
Máncora está situado al norte de Perú, no muy lejos de la frontera con Ecuador. Tiene fama por sus bonitas y cálidas playas. De clima suave, y arena blanca parecía un buen lugar para relajarse de la estresante vida del viajero. ¡Sí qué pasa! el viajero también merece un descanso, jajaja. Además, antes habíamos estado en Huaraz, una zona de montaña, que dice ser el segundo mejor trekking del mundo por detrás del Himalaya. Zona algo fría por lo tanto que requería un cambio radical: así que ¡¡a la playa!!
Máncora es un pueblo que se encuentra a lo largo de una carretera de un kilómetro aproximadamente y que para ser tan pequeño está colapsado por el tráfico de las moto-taxis. No se puede caminar por el borde de la carretera porque poco más que te obligan a subirte: pipí pipí (dice el claxon), te llevo, te llevo. "¡¡Qué no pesao!! que mide 4 pasos el pueblo pa que voy a coger una moto", jajaja. Bueno, hay algunos hotelillos algo alejados y por eso que existen estos transportes. Y para la gente local por supuesto.
La gente está bien bronceada, los peruanos ahí tienen ya un color moreno extremo. Sin llegar a ser negros, su piel está exageradamente bronceada y en algún caso su pelo moreno tiene tonos rubios, aunque no se yo si echaron algunos mano del tinte para ganar un aspecto más surfero, que ya sabemos todos esas modas playeras tan cool. Se hace mucha vida en la playa, mucho surf y clases para aquellos que deseen aprender. Fueron 3 días de relax, tirados y torrados en la arena sin hacer mucho: comer, pipi y caca, lo básico, jajaja.
Queda atrás Perú: Puno, Cuzco, Ica, Lima, Huaraz y Máncora. Un país que me ha sorprendido gratamente. Tiene de todo, naturaleza, montaña, playa, selva, buena comida, deportes, climas diversos, mujeres guapas (¡¡esas limeñas!!), gente agradable y buenos precios. Recomendado para aquellos que no sepan donde pasar las próximas vacaciones.
Ahora ya estamos en Colombia. La llegada ha sido algo dura, pues atravesar Ecuador y parte de Colombia para llegar a Medellín, nuestro primera parada, se hizo eterna en multiples buses y pasos fronterizos. Mi culete ha cambiado de forma adquiriendo la ergonomía propia de un asiento semi-cama de una guagua de segunda, jajaja.
Me hubiera gustado parar más en Ecuador. Sólo pasamos noche en Quito que parece ser una ciudad bonita y con mucho que hacer alrededor. O conocer las múltiples y bellas playas de la costa pacífica. Así mismo y ya en Colombia haber parado en Cali, cuna de la salsa y segun dicen junto con Medellín, lugar con las mujeres más bonitas de Colombia. Algo que no es un mito, la belleza abunda y abruma en este país.
Pero estoy ahora con Alex, mi colega de viaje israelí y puesto que su vuelta a casa es en breve quería llegar antes a Cartagena y aceleré algo mi camino. Cosa que por otro parte no va mal, porque a este paso ni vuelta al mundo ni ná, que no hay quien salga de sudamérica, jajaja.
En la frontera de Colombia conocimos a Mohamed, un cubano que tuvo la mala suerte de ser atracado por un taxi en Ecuador (sí, un taxi y a punto de pistola) quedándose sin nada. Le echamos una mano y nos acompañó parte del camino. Luego decidimos seguir por nuestro lado.
Los paisajes de Ecuador y sobre todo de Colombia son espectaculares. Verdes montañas, ríos y zonas selváticas a cada lado de la carretera. De verdad, Colombia desborda belleza y ni si quiera había llegado.
Por fin llegamos a Medellín. Es una ciudad de unos 2.5 millones de habitantes. Más de lo que me gusta, pero un icudad sin duda con mucha variedad. Buscamos un buen hostal (Casa Kiwi, en la zona Rosa y a 8 euros la noche). Llegamos el domingo y el lunes era festivo, asì que aprovechamos para salir. Entre el domingo y el lunes conocimos un montón de gente de Colombia y tuvimos la suerte de que nos enseñaran algunos lugares tìpicos de la ciudad, entre ellos el famoso cafè de Juan Valdez, jejeje.
De nuevo una curiosa sorpresa al llegar una tarde al hostal y encontrar una bandera de Canarias sobre mi cama. ¿Cómo? ¿A quién conozco yo? Sólo podía ser Ioné, un canarión con el que viajé en Bolivia y conocí en Argentina. Efectivamente amigos, el mundo realmente es un pañuelo, ahí estaba, después de mucho tiempo y en el mismo hostal. Se sorprenderían de saber la cantidad de veces que cosas como estas ocurren. Así mismo, otro chicharrero apareció por ahí al día siguiente. Pocos españoles me he encontrado en el camino. ¡¡Amigos, salgamos más del país!!
Pero tocaba partir. Dejamos amigos, historias, buenas ratos y un par de calcetines, jajaja.
Ahora Cartagena nos llamaba. Ya casi oía las olas y sentía el agua en mis pies, esa arena caliente y ese mar cristalino del caribe que a todo europeo llama la atención. Jugosas frutas, pieles bronceadas, pescadito frito...¡vamos! qué llamaba y punto, jajaja.